Una semana después de la tragedia en el Madrid Arena, continúan las investigaciones para esclarecer el suceso que acabó con la vida de Katia, Cristina, Rocío y Belén.
No habían pasado ni cinco horas del trágico suceso en el Madrid Arena cuando se activaba una cuenta en twitter, @todosconbelen, pidiendo urgentemente una cadena de oraciones porBelén Langdon, la menor de las cuatro víctimas del brutal aplastamiento que provocó una avalancha humana durante la fiesta de Halloween. Miles de seguidores pelearon con ella durante 48 horas de insomnio en el Hospital 12 de Octubre, pero al final el pequeño cuerpo de Belén sucumbió. La novedad de probar una noche de fiesta hasta las tantas, una decena de malditas casualidades y un puñado de negligencias de los dueños del negocio de la noche acabaron con su vida.
Poco después de su muerte, esos mismos seguidores hablaban de un “ángel” que ayudaría a su familia y a sus amigos a superar el duelo, un regalo que Dios había querido llevarse para reírse con sus chistes. Porque hablar de Belén es recordar sus chistes. Un uniforme descosido, una camisa por fuera, una medalla de "Virgencita, porfa, cuida a mi familia", un millón de amigos, unos cuantos tacos y una gran sonrisa. Esa era Belén.
Cualquier ocasión era perfecta para montar juerga, vacilar al de enfrente o reírse un rato de la vida. Como aquel día que contó a sus amigas que la habían confundido con un 'hobbit' por su pequeña estatura. O cuando se inventaba las cien mil ridículas excusas para justificar que no había traído el chándal y así liberarse de la clase de Gimnasia que tanto odiaba. Las Matemáticas y los idiomas eran sus dos grandes retos y ahora en el cielo, se enterará y celebrará el 9 que sacó en su último examen de Matemáticas.
Sin 'WhatsApp'
Alumna del colegio Aldeafuente, practicaba la fe católica y se interesaba por que las demás también participaran de sus mismas convicciones. Educada en un ambiente de austeridad, tanto por las dificultades económicas de cualquier familia numerosa en tiempos de crisis -era la sexta de siete hermanos- como por la convicción que tenían sus padres de las ventajas de vivir desprendidos de lo material, Belén se divertía con lo mínimo y prescindía de lo último. La única de su clase sin WhatsApp
“Tía, deja de invitarme que me voy a arruinar algún día de todo lo que te debo”, le decía a una de sus mejores amigas cuando le ofrecía un donut mientras pasaban horas tiradas en un banco en plaza de Castilla. Quizá por eso, Belén supo hacer cosas muy grandes con gestos muy pequeños. Su sonrisa, gratuita y permanente un día tras otro, era su carné de identidad.
Fuente: Intereconomía
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