El cambio sucesió cuando le dio poderes absolutos a sus socio. En un viaje de fin de semana a la hora de pagar, las tarjetas de créditos no funcionabam. "Fui a localizar al socio y el lunes volví a Madrid". Allí, su vida se complica aún más: "Todas las cuentas embargadas". "No tenía absolutamente nada", señala. Habían "volado" cerca de "1.500 millones de las antiguas pesetas", era mucho para una persona que "trabajaba 24 horas sobre 24 horas". "Los amigos y las clientas me dejaron de llamar. Me quedé solo", lamenta.
"En la calle y sin casa", este era el siguiente paso, "sin boutiques, sin nada" Volvió a Barcelona y la agente social le recomendó que fuera al comedor social donde habitualmente ayuda.
Fue entonces cuando la sonrisa vuelve a su rostro. Se deshace en elogios hacia la directora del centro y de su hermana. "Hay que santificarlas" -un momento que se produce con una gran sonrisa en su rostro-. "El comedor entero y las voluntarias te tratan como si fuesen hijo suyo", añade. "Aquí he encontrado, francamente, mi casa".
Cogió otra vez la aguja para realizar los trajes para las personas que atienden en el comedor. En estos momentos asegura que "me está saliendo trabajo". Define al comedor "no como un plato de comida, sino como mucho más: Es sentirme en mi casa, mi casa". Así señala que "si un día no voy a comer me llaman por teléfono para preguntarme que ha ocurrido". "Aquí he encontrado una familia", concluye, no sin antes recordar que toda su familia ha fallecido.
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