viernes, 3 de febrero de 2012

EL OBISPO, EN CANDELARIA, LLAMA A LA ESPERANZA Y AL CUIDADO DE LOS MAYORES


En la homilía, el prelado nivariense hizo un canto a la esperanza para que renovados interiormente se puedan afrontar los retos de este momento y trabajar por un mundo nuevo. Igualmente hizo un llamamiento a las instituciones públicas y privadas, a las familias y a todos en general para acompañar y cuidar dignamente a los mayores.

Bernardo Álvarez destacó que se celebraba una de las fiestas más antiguas en la vida de la Iglesia, puesto que el pueblo cristiano vio en ella la manifestación del ofrecimiento de Jesús por toda la humanidad. Así lo reconocieron, como se proclamó en el Evangelio, dos ancianos: Simeón y Ana. Jesús, subrayó, “es la luz de las naciones. Él ilumina a toda persona y a cada pueblo con su palabra y el ejemplo de su vida”. Por eso – prosiguió Álvarez- “la imagen de la Candelaria, que es una Virgen con un niño en un brazo y una vela en el otro, nos recuerda esta realidad y sigue invitando a todos los cristianos a que, iluminados por que el que es la Luz, iluminemos también a otros y a la sociedad”.

Desde la Escritura proclamada recordó el prelado que Dios encargó al profeta infundir esperanza a un pueblo que vivía tiempos convulsos. Hoy, señaló, también “tenemos desafíos importantes. Todos buscamos una salida, una solución. Hay que fortalecer la esperanza”. El mensaje evangélico del día recuerda – sostuvo - “que Jesús entra en el templo como miembro de una familia pobre, humilde. No apareció Jesús como muchos lo esperaban, sino como un semejante a sus hermanos, porque “Jesús viene a salvar por dentro, desde lo más profundo. Son las personas mejoradas, salvadas, las que mejoran, regeneran el mundo”. Como nos ha recordado el Papa – enfatizó - “si queremos un mundo nuevo, necesitamos hombres y mujeres nuevos; renovados interiormente”. Por ello “la Palabra de Dios mira, sobre todo, al corazón del ser humano y lo llama a la conversión. Son invitaciones de Dios a la voluntad, la inteligencia, el corazón de las personas para que vivamos como Jesús nos propone y enseña”. “Los primeros cristianos – recordó- con sus vidas y maneras de proceder fueron ayudando a transformar a otras personas y al mundo en el que vivieron”.


En la parte final de su homilía, el Obispo recordando a los dos ancianos de los que hablaba el evangelio, Simeón y Ana, agradeció el trabajo de los miembros del movimiento apostólico para mayores “vida ascendente” y la oración de los ancianos que pedían por él y por la Iglesia. Además, hizo una invitación “a no fijarse en las apariencias, sino en el entusiasmo interior de las personas”.


Por último, Bernardo Álvarez hizo un sentido llamamiento a las instituciones públicas y privadas que se dedican a atender a los los ancianos para que no se olvide que el cuidado de los mayores requiere una atención integral que precisa de recursos, de medios materiales y humanos, de modo que así se les trate conforme a su dignidad. También hizo una llamada a las familias para que no se desentiendan de los ancianos, puesto que “el mayor bien para ellos es la cercanía, el amor de los suyos, como muchos lo hacen”. Todos, dijo, “hemos de tomar cada día mayor conciencia del cuidado y el acompañamiento de nuestros mayores”, para que vivan con dignidad y esperanza, porque nos hacen bien a todos”.


Hay que destacar que debido al viento reinante, no se pudo realizar la procesión habitual, tan sólo la Virgen fue llevada hasta las puertas de la Basílica y la parte de la plaza más cercana al pórtico del templo.


Fuente: Comunicación Obispado de Tenerife


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